23 de mayo de 2007

Abuela

El día de ayer fue de vida familiar. Me dirigí al sur de la ciudad para visitar a la única abuela que todavía tengo (pero tengo, aun). La verdad es una visita que siempre trato de evitar, pero eventualmente tengo que hacer.

De mi abuela tengo historias de clarobscuros, es (era) una personalidad muy fuerte y dominante; sus hijas lo padecieron mucho más que yo, para mi fue el refilón nada más. Fue todo un personaje para su época: se casó, se divorció, se volvió a casar, se volvió a divorciar, trabajó, viajó y hasta llegó a participar en pasajes pintorescos del la historia y cultura mexicana; en fin, todo eso entre 1930 y fines de los sesenta. Para una señora clasemediera conservadora de esta ciudad esas actitudes eran mucho más que repobables. Pero ella lo vivió con muchísima dignidad, entereza y sobre todo orgullo. Fue todo un ejemplo que después le reprochaba a sus hijas (que fueron mucho más conservadoras que ella misma).

Ahora... está postrada en una silla, atendida por enfermeras, con lapsos de demencia senil (de hecho, no estoy seguro de que me haya reconocido), actuando como niña chiquita y traviesa. A sus 94 años es probable que ni siquiera recuerde la fortaleza que la caracterizó. Ya no es más que un juguete para la hija que por azares del destino le tocó cuidarla. La vida a veces es injusta. Y pienso, si cuando tenía 30 años supiera que a los 94 estaría así, que pediría para ella... Es un ejercico interesante de reflexión.

Adiós

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