3 de junio de 2006

Dos años

Esta semana fue más que caótica para mí, pues como ya es costumbre apenas empiezan las lluvias y mi cuerpecito, bajo en defensas por supuesto, decide enfermarse. Así que el lunes comencé a sentirme mal y contrario a lo que acostumbro el martes de plano no fui a trabajar (oh, todo mi workholismo sufrió), pero no me sirvió de nada, así que el miércoles que sí fui a trabajar me sentía literalmente de la chingada.

Por supuesto cuando más mal te sientes es cuando más se acumula el trabajo así que el jueves, gripiento, mocoso, tosijoso y con temperatura, me fui de madrugada a Oaxaca a dar un curso, muy a pesar de mi poco sexy estado. Apenas aterrizó el avión me entero que los maestros habían tomado el aeropuerto, así que ahí voy arrastrando mi humanidad hasta después del plantón para poder tomar el transporte que me permitiría llegar a mi hotel (por supuesto pudo ser peor, me contaron que otra vez que tomaron el aeropuerto se acostaron sobre la pista para que no aterrizaran los avioncitos). Afortunadamente fue el único percance del viaje.

Aparte de los inconvenientes no está de más decir que Oaxaca, creo, es la más chida ciudad del sur del país (tal vez Mérida, pero en sentido estricto no está al sur, de hecho está más al norte que Ciudad de México), lo cual es decir mucho, porque en esa región se concentran ciudades padrísimas.

Bueno, el hecho es que ya un poco mejor (algo repuesto pero aún moquiento) estoy de regreso en casa, y recién recordé que con muchos trabajos y algunos baches, pero este blog cumplió dos años el pasado día primero, así que felicítenme que nunca había sido tan constante con algo en mi vida.

Adiós

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