No es casual que el día que se festeja oficialmente sea el del inicio de la guerra de independencia y no él de la consumación. El 15 de septiembre de 1810, en la noche Miguel Hidalgo, que era cura de profesión, urgido porque su conspiración se había descubierto, decidió iniciar una lucha para separar formalmente Virreinato de la Nueva España de una metrópoli ocupada por Napoleón y de esa manera velar por los derechos del rey legítimo, Fernando VII.
Era el pretexto perfecto además para impulsar a la clase criolla (es decir los hijos de españoles nacidos en las provincias) a los espacios de poder. Porque si bien la criolla era la clase más educada de la colonia, no tenían acceso a los cargos de gobierno, que eran potestad exclusiva de los nacidos en España (gachupines).
La independencia política de España sólo se comenzó a mencionar cuando asumió la dirección del movimiento rebelde José María Morelos (otro cura por cierto). Sin embargo este movimiento independentista fue brutalmente aplastado y vencido. Al final los que impulsaron la independencia de la Nueva España y dieron lugar, el 21 de septiembre de 1821, al Imperio Mexicano, fueron los mismos que apenas unos meses antes combatían a los alzados.
Por qué..., porque en la metrópoli se dio luz a la Constitución de Cádiz, demasiado liberal para la entonces clase gobernante.
Todo este antecedente para decir que si se van a emborrachar en la noche (como yo pretendo hacerlo), háganlo sin bronca, festejen a los "héroes que nos dieron patria". Pero en algún momento, con la mirada obnubilada por el alcohol, hagan la reflexión de lo qué en realidad se festeja. Bueno, no, mejor haganla después, cuando la resaca amaine. O haganla cuando quieran, pues. En fin Viva México.
Adiós
15 de septiembre de 2005
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