20 de septiembre de 2005

De terremotos

Me esperé hasta un día después de la conmemoración del terremoto de 85 para tomarlo un poco con calma y perspectiva. El día de ayer fue desesperante ver el rostro de Lourdes Guerrero diciendo hasta la nausea "mejor les digo la hora" o algo así. Revivir la crónica de Jacobo Zabludowsky que "en su Mercedes" recorría la ciudad (el hecho de que trajera un Mercedes en 1985 es una simple muestra de que era un periodista corrupto y favorecido por el régimen; recuerden que entonces estaba prohibida la importación de vehículos).

En fin, la manera en que Televisa (y casi todos los medios electrónicos o escritos) explotaron la parte lacrimógena del asunto fue si no patética, por lo menos absurda. Por supuesto que todo el mundo lo pasamos mal en aquella ocasión., pero ya va siendo tiempo que cambién las eternas fotitos, que cambien estilos, no sé.

El hecho es que el terremoto que maltrató Ciudad de México en 1985 fue muy importante por muchas cosas. Por el desastre en sí y los miles de muertos, heridos, damnificados y desplazados que ocasionó. No hay ciudad donde un oriundo no se queje de que apartir de 85 su ciudad se llenó de chilangos que huyeron de acá.

Yo también recuerdo las calles llenas de escombros, el olor a muerto, más si pasabas cerca del parque del Seguro Social (que ya tiraron y donde están construyendo un centro comercial), que era morgue improvisada; la gente en la calle ayudando o esperando que el familiar respectivo saliera vivo de los cerros de concreto y varilla. Por cierto que el número de voluntarios muertos también fue altísimo, es uno de los costos de la inmovilidad del gobierno de entonces.

Este punto último, creo yo, fue el nodal para destacar la otra importancia del terremoto. Porque la administración de Miguel de la Madrid se mostró paralizada, inútil, inepta e ineficiente para dar una respuesta efectiva a la situación de desastre. Los primeros días muy digno rechazó la ayuda internacional; cuando se dio cuenta del tamaño de la bronca no le quedó más que decir "siempre sí" (dónde, dónde he oido esto recientemente). En lugar de permitir que el ejército pusiera en marcha el famosísimo plan DN-III mandó a todos los soldados a patrullar la ciudad "para evitar el pillaje". Pero si los militares no prestaban ayuda a la población, entonces quién... pues sepa, porque también mandaba mensajes a la gente para que no saliera de sus casas, que no fueran a estorbar en donde hubiera derrumbes.

Ante tanta ineptitud manifiesta la gente, la población de Ciudad de México, tomó espontáneamente el asunto en sus manos, se organizó sola y desarrolló todas las acciones de rescate. Ahí donde había un edificio dañado o derruido la gente se organizaba sola, hacía filitas para retirar escombros, conseguía maquinaria (facilitada por las empresas privadas, no por el gobierno), escarbaba, organizaba cocinas callejeras para dar de comer a los voluntarios, se metía (sin nigún tipo de experiencia) por tuneles tétricos para rescatar algún sobreviviente (insisto, no era extraño que se murieran los dos). Organización ciudadana, ese es el legado del terremoto.

La gente de esta ciudad comprendió de pronto que era posible dar respuesta a necesidades imperiosas sin esperar ayuda de su gobierno. Las calles estaban cerradas para la ciudadanía desde octubre de 1968. Septiembre de 1985 fue el retorno a las calles. Después siguió el movimiento estudiantil de 1986, el Frente Democrático Nacional de 1988 y de ahí una gran cantidad de sucesos que culminaron con la derrota del PRI (después de setenta años) en el año 2000.

Es curioso como cosas terriblemente malas dan resultados tan buenos.

Adiós

No hay comentarios.: