Trenes

Recién el fin de semana estaba recordando los trenes de este país. Algo sucedió con ellos que ya no existen más, por lo menos en su versión para pasajeros. Todavía tuve la ocasión de viajar un par de veces en ellos. La primera estaba yo muy chavito y fue a Guadalajara, recuerdo muy vagamente que aún existían coches con camas, carro restaurante y esas cosas que ahora parecen más de película vieja.

La última vez fue a Veracruz y ya el tren en México estaba en franca decandecia, los vagones eran viejos, estaban en pésimas condiciones, ya no había primera clase ni nada que se le asemeje (la democracia y la igualdad como efecto colateral del fin de una época). Ese viaje fue memorable por incómodo y desesperante, sin embargo no me arrepiento de haberlo hecho. Existían (¿existen?) algunas estaciones intermedias construídas durante el porfiriato que eran verdaderas joyas arquitectónicas; puentes que te dejan con la boca abierta por la vista con el Pico de Orizaba de fondo. Un recorrido de alrededor de doce horas (en auto haces cuatro o cinco). El servicio se prestaba a un costo absurdo por barato, por ello en aquel viaje los vagones iban llenos, a reventar, de gente que no alcanzaba a pagar un boleto de autobús. Era la última opción posible, las más desesperada.

No sé francamente que sucedió con los trenes, dicen algunos historiadores que se abandonaron intencionalmente porque la revolución fue hecha en ferrocarril. Seguramente recordarán todas esas fotos del archivo Casasola que muestran a alzados en distintas escenas, pero siempre cercanos a un vagón del tren. El hecho es que se privilegiaron las carreteras y poco a poco los trenes de pasajeros se fueron deteriorando hasta su desaparción casi total (queda el Chihuahua-Pacífico). Supongo que ya no habrá nunca más, es complicado reiniciar a desarrollar rutas y vías, empresas, salidas y llegadas. Ganó el automóvil, el autobús, las carreteras. Pero no se les antoja hacer un viaje en tren de ves en cuando... a mi sí.

Adiós.