He estado en Monterrey unas seis o siete veces en mi vida, probablemente un poco más. Las primeras veces fue en mi época de estudiante. En una ocasión viajé a un congreso de estudiantes de sociología que organizó la Universidad Autónoma de Nuevo León. Sólo al llegar empezé a tener problemas. En el primer hotel al que llegué, en cuanto escucharon mi acento dijeron "no hay habitaciones", nada de lo siento o déjeme ver o algo, simplemente vete de aqui Chilango. Caminando por las calles de la ciudad la gente te volteaba a ver cuando escuchaba como hablabas, en fin. Muchas experiencias desagradables por el estilo. En Hermosillo, Sonora (en donde sólo he estado un par de veces), también me tocaron experiencias similares. Obviamente, cuando ya entras en contacto con la gente esa imagen desaparece y te encuentras al famoso norteño honesto y franco (a veces pues, porque también es un estereotipo).
Algún empresario regiomontano declaró alguna vez "mientras el norte trabaja, el centro piensa y el sur sueña". Esa es más o menos la manera en que se ven a las regiones en México. El sur es otra historia, pero el norte es famoso porque allá se concentra la industria pesada de nuestro país, particularmente en Monterrey (lo cual es parcialmente cierto, porque existe mayor industria en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México). Este
También es cierto que muchos de mis conciudadanos cuando salen de la ciudad actuán como haciendo un favor con su presencia en donde quiera que se paren (o aquella expresión de "todo es provincia más allá de Cuautitlán"), lo cual no le cae en gracia a nadie. Además el Distrito Federal, la sede de los poderes, recibe un porcentaje de ingreso mayor por parte de la federación que el resto de las entidades, por ello los servicios en la Ciudad de México son mucho mejores que en la mayor parte del país (aunque también es cierto que la contribución de ingresos fiscales a la federación en un porcentaje mucho mayor es entregado por los contribuyentes del Distrito Federal); este hecho aunado al acendrado centralismo que aún se mantiene en este país han impulsado un odio histórico por los habitantes de la Ciudad de México, los chilangos.
Muchas razones explican esta especie de rivalidad enquistada, que a la larga afecta a todos. Cuando la gente viene a la Ciudad de México se queja de que los engañan, asaltan y tratan de verles la cara (lo cual sí sucede por supuesto, pero en realidad es parejo, con oriundos y fuereños). Así que cuando sales a ciudades principalmente en el norte del país, pues vas a la expectativa de a ver como te va, mejor ni hables para que no te oigan el acento, o cosas así. Hace algún tiempo (no sé si hoy) se pegaban stickers en las defensas de los autos con la frase de "Haga patria mate un chilango". Yo por lo menos vi una en Ciudad Juárez.
Adiós
5 de febrero de 2005
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