De un tiempo para acá me he dado cuenta que cada vez que me reuno con amigos o compañeros de mi generación, en la plática infaltablemente surge un tema... las mascotas. Si tu gato hace más gracias, o es más destructivo, te araña más o menos; o si la marca del perro es más o menos noble o agresiva o...
Por supuesto, ninguna de las personas con las que me reúno tienen hijos así que las mascotas se convierten en el sucedáneo perfecto en donde uno puede descargar todo el amor paternal o maternal, con la ventaja de que requieren menos cuidados y atenciones que un niño de verdad.
Bienvenidos a la era de hombres y mujeres treintañeros sin hijos, (dinks: doble income and no kids) y con gato o perro (normalmente animales más exóticos no califican porque no se dejan querer mucho) como sustituto de los hijos.
Por lo pronto aquí está el mio:
9 de enero de 2005
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