El día de ayer, mientras leía la selección de posts que Naunet eligió de entre los blogs que le gustan, me di cuenta que un tema que se presentó recurrentemente (bueno nomás eran dos creo) era el cigarro. Ello me hizo recordar aquellos días felices en que los fumadores éramos sujetos simpáticos que formábamos parte de la sociedad y no la especie de parias en la que nos hemos convertido. Yo todavía alcancé a fumar en un avión; había sección de fumadores y de no fumadores. Cuando era chavito vi a gente fumando puro en el cine. Podías fumar en una aglomeración y la gente no te decía nada. En fin eran días felices.
Con el tiempo me he ido acostumbrando poco a poco a no fumar en lugares públicos, en el cine ni pensarlo, en autobuses sí, pero a escondidas y en el baño (quesque a escondidas porque todo el mundo se da cuenta). En los aeropuertos sólo en las zonas donde lo permiten. Ahora hay zonas marcadas con franjas verdes en el piso donde se puede fumar y ahí es donde siempre espero la hora de abordar.
Podría ser peor, me congratulo de que vivimos en un país latino que no es tan obsesivo compulsivo como los Estados Unidos. Allá sí la ofensiva en contra de nuestra especie está cabrona. Hay una imagen que no olvido: en el aeropuerto de Atlanta (que está enfermizamente grande), en donde están las salas de espera hay un cuarto pequeño, sucio, feo, con los tubos del aire acondicionado expuestos y oxidados, con las bancas más espantosas que pudieron encontrar, pero en donde se puede fumar. Lo cubre una espesa nube de humo, y tras esa bruma observas los rostros de los pocos fumadores que aún quedan en ese país (y uno que otro extranjero como yo) con miradas de culpabilidad, y de resignación; como de especie en extinción viendo una cámara de Animal Planet. En verdad que la mirada y el ambiente eran impresionantes. Entraban fumaban, evitaban la charla a cualquier precio, acababan su cigarro y salían.
Insisto, afortunadamente en México todavía no alcanzamos esos niveles de represión semiestalinista. Pero supongo que las cosas van a ir aproximándose, de modo que nuestra especie de los parias fumadores seremos cada vez más y más segregados. Sin embargo yo no voy a dejar de fumar por eso. Soy feliz fumando.
Adiós
15 de enero de 2005
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