26 de mayo de 2006

Edward James

Durante todo el tiempo que estuve ausente o semiausente hice varios viajes por el país. La mayor parte de ellos fueron de trabajo y sin gran oportunidad de dedicarme a los espacios o a las ciudades, pero hay uno en particular que quiero relatar.

Era viernes y yo tenía asuntos que tratar en Mineral o Real de Monte, Hidalgo. Así que en compañía de un buen amigo tomamos carretera desde temprano rumbo a Pachuca primero y luego hasta esa ciudad en la zona de la montaña hidalguense. Muy muy pronto terminé lo que fui a hacer de modo que me quedaba libre el fin de semana, de hecho ya habíamos planeado quedarnos en esa región y recorrer algunos pueblitos —El Chico, Huasca, San Miguel Regla— (de hecho, mi plan original era ir a San Francisco, pero precisamente ese pequeño asunto en Hidalgo frustró mi viaje para allá).

Pues bien, con todo un fin de semana enfrente decidimos recorrer el pequeño pueblo, de modo que para las cinco de la tarde ya conocíamos dos museos (la mina y un hospital), todas las calles y ya habíamos comido (pastes por supuesto). Fue entonces que a alguien se le ocurrió la claridosa idea de sacar un mapa y decir ¿y si vamos a la casa de Edward James?, mira se ve cerquita; vi el plano, calculé unos trescientos kilómetros y dije "bueno, pues son las cinco, llegamos a las nueve, dormimos por ahí y mañana amanecemos allá". Decidido y tomamos carretera...

Resulta que la carretera era el monumento a la curva, ¿conocen la Pera?, esa curva famosa en la autopista México-Cuernavaca... pues seguro la hicieron para recordar esta carretera. No me quejo, el paisaje era estático, pasamos de bosque de coníferas a desierto a bosque otra vez y luego a selva subtropical, mientras subiamos y bajabamos cerros y más cerros, fue una ruta verdaderamente memorable. Pero alrededor de las diez de la noche apenas íbamos llegando a Huejutla, que es ya la Huasteca (hidalguense), de modo que mi cuerpecito (yo iba manejando) dijo "aquí nos quedamos"; buscamos hotel y salimos a recorrer la ciudad (si no la conocen no se han perdido de nada), buscamos algún antro, pero por suepuesto no dimos con ninguno, así que regresamos al hotel y asaltamos el refri de las chelas (le dijimos al encargado que ya le urgía irse a dormir "ve, tranquilo, descansa, y mañana nos cobras con base en los envases vacíos).

Al día siguiente, ya repuestitos desayunamos y fuimos al único punto atractivo del pueblo, un convento que tiene una iglesia con los interiores totalmente de piedra, es decir el Tezontle (o algo así) sin encalar, de modo que se ve entre viejo y fresco; el convento sigue funcionando por lo que apenas y nos pudimos colar a ver algunas cosas antes de que nos corrieran. Bueno de nuevo carretera, de nuevo curvas ahora rumbo a Tamazunchale que ya está en San Luis Potosí. Hicimos como una hora hacía allá, llegamos y nos encontramos con una ciudad enclavada en la cañada de un río, francamente fea, de modo que no nos detuvimos y continuamos a Xilitla (pronúnciese /jilitla/).

Más curvas, y ya abandonábamos la Huasteca para entrar a la Sierra Madre Oriental (tomamos la ruta hacía Ciudad Valles y luego una desviación). Unos cuantos kilómetros antes de llegar a Xilitla por fin dimos con la desviacion a Las Pozas, que merece una explicación aparte. Edward James era un pintor inglés surrealista rico que en algún viaje por México decidió hacer algunas pinturas con el marco de la zona a la que me refiero. Le gustó tanto que compró cuarenta hectáreas y edificó ahí un jardín con construcciones (surrealistas por supuesto) que pretenden asemejarse a la naturaleza: lirios, flores, frutas, en fin... por supuesto nada tan burdo como encontrarse una manzana, más bien en puro cemento dio formas que podía asemejarse pero que no son. El señor eventualmente murió y ahora el jardín es del municipio. Y francamente es un viaje, no tengo palabras para describirlo más que "vayan y conózcanlo", en verdad que vale la pena (ya ahí descubrí que la mejor manera de ir es vía aérea hasta Tampico y luego alrededor de tres horas por carretera). Estuvimos caminando, recorriendo, descansando todo el día en ese lugar que por supuesto tiene pozas y un riachuelo recorriéndolo.

Ya comenzando a obscurecer comimos y enfilamos camino hacia Xilitla a buscar albergue. Xilitla por sí solo vale la pena también, es un pequeño pueblo enclavado en la mitad de la sierra de modo que alcanzas a ver paísajes increibles. Por cierto que hay un hotel que se llama El Castillo que también fue propiedad de Edward James y diseñado por el mismo arquitecto que le apoyó en Las Pozas, Eduardo Gastélum, no pude quedarme ahí porque como imaginarán estaba repleto. Pero encontramos acomodo y caminamos a un pequeño café bar antro ubicado en la plaza central. Llegamos a tomar un café con la idea de descansar un rato luego bañarnos y regresar más tarde, pero en cuestión de minutos el cielo se ennegreció, la niebla cubrió los cerros y cayó una tormenta que nos obligó a quedarnos. Ya más tarde llegó el grupo (malísimo) de modo que optamos por embriagarnos ahí y esperar hasta que escampara, cosa que sucedió pasando la media noche. De ahí a descansar y prepararnos al regreso.

El regreso es otro asunto, la ruta para salir de ahí es hacia Tequisquiapan, pero si en la ida había curvas aquí era mucho peor, afortunadamente es una carretera con poco tránsito, no sufrimos mucho por el típico camión que va haciendo cuellos de botella. Lo interesante de nuevo es el paísaje. De nuevo de selva a bosque, para entrar en la famosa Sierra Gorda (ya en Querétaro). Si alguien lee La Jornada habrá visto recientemente los cartones de Magú al respecto. Después de muchas curvas, dejas la Sierra Gorda y entras a un desierto inverosímil. Cerros y más cerros de desierto que no alcanzas a ver donde termina, subes por la carretera más insegura y peligrosa que se imaginen y ya que llegas a la cima, ves desierto y má desierto; es inseguro pero en serio que vale la pena verlo.

Pero bueno, después de muchas horas de carretera, por ahí de las tres de la tarde llegamos a Tequisquiapan (que es como el Coyoacán de los que tienen carro), comimos, descansamos y de nuevo a la Ciudad de México.

Regresé tronadísimo, pero impresionado (creo que se nota), un fin de semana equis se convirtió en un viaje memorable.

Adiós

1 comentario:

Maria Guadalupe dijo...

hola ...la verdad no tengo palabras para describir esta lugar tan maravilloso...el unico en todo el universo.hace poco hice un viaje por parte de mi universidad y no saben que lugar tan maravillosso...nunca...NUNCA en mi vida habia visto algo asi...quede impactada y fascinadda...desde su arquitectura..sus cascadas....su riesgo....la cabaña de las nubes...y el riesgo y adrenalina para recorrer este lugar tan maravilloso...la verdad al recordad esta visita,sin saber yo a donde me llevaban siento algo muy grande que invade mi corazon...una emocion tan grande que invade mi ser al recordarla., aunq solo eso me queda..los recuerdos y el boleto de entrada....me encantaria....nada mas me encantaria en la vida regresar a este maravilloso lugar...Estudio la carrera de Recursos ´Naturales Renovables y se que la naturaleza es hermosa es perfecta..pero la combinacion de esta arquitectura con la naturaleza lo hacen mas que eso... quisiera saber la manera de contactar a alguien de este lugar, de la empresa ecoturistica que maneja este entero y maravilloso lugar....mi correo es maguadazac@hotmail.com, por favor si me podrian pasar alguna informacion se los agradeceria de antemano toda la vidaa!!!!