El día de ayer me lancé al Zócalo a escuchar a López Obrador. A pesar de que hacía frío y viento hoy estoy bronceado como si en lugar de ir a un acto político me hubiera ido a una playa (tal vez debí estar mejor en una playa). Pero eso es anécdota, me importa sobre todo comentar un poco lo que dijo.
Su discurso, debo decir, es bastante congruente y estable, está muy bien armado y a pesar de que no logró arrancar grandes ovaciones a los asistentes (el Zócalo sí estaba lleno) me dio la impresión de que se fueron satisfechos y confiados del triunfo de AMLO. El PRD capitalino había conseguido mil (sí mil) autobuses y microbuses para trasladar a sus huestes, pero a última hora le quedaron mal, de modo que no hubo el transporte masivo que se esperaba. Esto nos dice dos cosas, primero que el PRD es ya el colmo del cinismo y por otro lado la gente que estaba ayer no era acarreada.
Cuando digo que su discurso es conguente me refiero fundamentalmente a que es coherente consigo mismo, eso es una virtud, independientemente si uno está a favor o no del contenido de sus propuestas. Veámoslas.
Hacer el estado 32. Esa es una demanda ya muy vieja y una deuda que tiene la Federación con los habitantes de la capital. Ha sido una lucha verdaderamente larga y desgastante, desde que en 1988 se votó por primera vez por una asamblea de representantes que entonces tenía alcances sólo de órgano consultivo, hasta hoy cuando ya contamos con la posibilidad de elegir a nuestras autoridades. Pero todavía falta mucho, por ejemplo el Jefe de Gobierno no es un gobernador, es un integrante del gobierno Federal cuyo nombramiento el Presidente delega a los ciudadanos. Igual sucede con los jefes delegacionales (ese nombre es una barbaridad) que son empleados del Jefe de Gobierno pero electos, lo cual hace un galimatías a la hora de definir alcances y capacidades de esos oórganos que se parecen a los municipios. Estoy de acuerdo, hagamos el estado 32.
Regresar a la Doctrina Estrada. La doctrina Estrada dice que México no se mete en los asuntos internos de otras naciones y no dejamos que otras naciones se metan con nosotros. Este fue el puntal de una política exterior realmente exitosa (ya lo he dicho más de una vez, es lo mejorcito del gobierno priísta) que supo ser balanza entre América Latina y Estados Unidos e hizo que México ocupara un lugar fundamental entre las naciones. Pero... es difícil una postura tan aislacionista en estas épocas. Por ejemplo podemos o no condenar que Estados Unidos tenga prisioneros en Guantánamo, o que los fascistas serbios violen musulmanas, o que los cubanos encarcelen homosexuales... yo creo que sí, pero son asuntos internos de las naciones y una aplicación estricta nos diría que no. Creo que podemos regresar a la Doctrina Estrada pero con matices.
Trenes bala. Puafff, esto sí es meramente electorero, sin comentarios.
Reducir sueldos a los funcionarios públicos. Tengo sentimientos encontrados, pues en principio me afecta directamente, pero eso es lo de menos. En realidad no puedo más que coincidir con esta propuesta; por qué, sencillo, el gobierno gasta más del 60% de su presupuesto en salarios. No sé, realmente no lo sé, cuánto de ese 60% es de funcionarios (incluye a todos los burócratas, maestros, médicos, administrativos, etcétera), pero sí sería un ahorro sustancial que se puede canalizar a gasto social. El argumento contrario dice que hay que pagarle bien a los burócratas para que no tengan tentaciones de corrupción; por supuesto que eso me parece absurdo por decir lo menos, el corrupto es corrupto gane lo que gane (a ese nivel, no me refiero al policía de la esquina que tiene que morder para dar entre a su jefe) y me consta; con los sueldos de hoy sigue habiendo corrupción. Otro argumento en contra es que se gana más en la iniciativa privada (mucho más de hecho) por responsabilidades similares. Pues sí, pero el servicio público no es la iniciativa privada. Muy a pesar tengo que coincidir con esta propuesta.
Creo, a reserva de olvidar algo, que fue lo más relevante que dijo ayer, habló de las pensiones de los expresidentes, del agua, de la corrupción... nada muy relevante. Pero en fin, ahí está, lo que opino de las propuestas de López Obrador.
Adiós
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